Es un vasco español de gran espíritu de empresa que se ha distinguido desde su llegada a la provincia de Arauco, hace ya muchos años, por la gran capacidad de trabajo que desarrolla.
Para él, servir de cargador de gavillas en la trilla, carretero si falta alguno, o estar en el escritorio dirigiendo sus negocios, o listo para asistir a un funeral o comida de camaradería, es lo mismo; casi tiene el don de la obicuidad...
Primeramente llegó a Lebu y trabajó, como un “negro”, (a pesar que es harto coloradito) según dice él, en la firma Larroulet; se distinguió por su viveza y captación rápida en los negocios; económico y muy sobrio. Sólo se le puede decir que es un enamorado múltiple...
Ya en Cañete, en sociedad con el recordado don José Irazoqui y con Jacinto Galilea Diez, (que ahora no se pueden ver ni en pintura) trabajó bastante el fundo “El Cortijo”, (que hoy tiene la benemérita familia Pulpeiro) y que está a los pies de Cañete, sabe de cuántas noches molestas allí pasó porque se vencían letras y no había con qué cancelarlas por el gran volumen de sus negocios, pues ese defectillo le reconozco a José Otondo, que se (mete a mucho). Saben esos campos que don José dormía unas cuántas horas y se levantaba rápido a ponerle el hombro fuerte al trabajo intenso.
Salió con plata de esta sociedad; se instaló en otra compañía de barracas con un socio que sólo miraba; por fin se les incendió y de las cenizas surgió nuevamente. Otondo empecinado como buen vasco, enfrentó la adversidad y siguió levantándose como la espuma... Arrendó fundos madereros y ganaderos y en el fundo de él, “Santa Isabel”, continuó su obra maciza. Es un ejemplo de tesonero trabajo, de constancia y sacrificios sin límites. Don José Otondo es hombre inteligente y práctico; a veces... dicen que se pasa de preparado. Puede ser.... para mí que es cierto. Es oportuno para sus respuestas, lo que demuestra claridad y viveza cerebral; es alegre para estar en fiestas y entusismadillo, canta en vasco.
Una vez lo encontró frente al hoy Banco del Estado, una amigo de él a quién le había hecho muchos servicios, pero que, a veces, porque le cobraba insistentemente, se le nojaba y se ponía mal con él, porque es prepotente (teniendo muchas virtudes, pues yo conozco a ese amigo de quién cuento esta anécdota); Otondo le dijo que le iba a protestar una letra y aquél creyendo que le iba a entrar el habla le dijo: “si tú haces eso, te meto una bala...”
José Otondo, ni corto ni perezoso, echó a andar calmadamente y entonce el otro le espetó: “a dónde vas si te estoy haciendo blanco y esto hay que arreglarlo inmediatamente”. Él, con estoica calma le replicó: “voy a mandar a hacer la urna para que me entierren, ya que tú me vas a matar.
José Otondo es buen amigo; algo porfiado, pero cordial y muy cooperador en las obras del pueblo; a él se debe cuando fue Presidente del Rotary Club de Cañete, la iniciativa de fundar el Club Aéreo, que tantos servicios ha prestado a la colectividad.
Ha sido Presidente del Comité de Adelanto Local, pero no ha tenido la colaboración necesaria. Es una lástima. Ha ayudado mucho, materialmente al Liceo Mixto, que fundara Cucho Miranda, junto conmigo y otros connotados vecinos de Cañete (cuyos zazonados frutos todos han visto). El hospital, especialmente la sala cuna y algunos estudiantes menesterosos, saben de cómo les ha ayudado largamente y, lo que es más plausible, silenciosamente...
Es una figura muy característica de Cañete; se le ve ir de prisa para el Banco, entrar a su barraca, dar órdenes, tomar su camioneta o camión y trasladarse a algunos de sus fundos.
Don José Otondo merece ser destacado por su esfuerzo sagacidad para los negocios. No rehuye las responsabilidades, como algunos que bien conocemos, para él, el tiempo no debe perserse en algo no constructivo (como son los pelambres, por ejemplo) y cada día creemos que acrecienta su fortuna. Es buen hermano, pero dicen que no buen tío...
Hizo venir desde España (Irun) a su sobrino Nicasio y después a su hermano José María (que es más simpático que él para estar en fiestas). El sobrino le abandonó por divergencias en los negocios; allá ellos...
Tiene envidiosos como todo hombre que vale; pero, él, estrictamente frunce su chica boca y alzando los hombros, como en señal de desprecio o queriendo decir, eso nada me importa, se aleja, acaso cantándose él mismo interiormente su viveza...