Mientras el mundo gira y calla, la guerra sigue perfeccionando su crueldad. No es cuestión de misiles: es la sangre inocente la que sigue escribiendo los titulares de prensa.
Israel no ha conocido la paz plena, desde su fundación en 1948, ha vivido en estado de tensión permanente: guerras con países vecinos, ocupación, revueltas civiles, terrorismo, ataques y represalias, alianzas frágiles, y un entorno donde la palabra seguridad ha reemplazado a convivencia.
Israel conoce treguas, no paz. Conoce tratados, no confianza duradera. Conoce defensa, pero no desarme. Conoce fronteras, pero no encuentros sinceros. Incluso en los períodos de aparente estabilidad, vive bajo el peso de una historia cargada de dolor y persecución, que muchas veces se proyecta como sospecha o fuerza preventiva. Eso impide abrirse del todo a la paz, porque el miedo siempre está primero. Siempre en portada.
El 2024 no fue la primera Navidad que se manchó con sangre, tampoco será la última si nada cambia.
Desde hace años, navidad tras Navidad, Ramadán tras Ramadán, duelo tras duelo Israel aparece en las portadas del mundo.
Primero fue Gaza. Hoy, Irán. ¿Y mañana?
Los titulares no hablan de reconciliación. Hablan de misiles que impactan hospitales. De líderes que prometen venganza, de territorios ocupados y cielos en llamas.
Esto titulares lo dicen todo:"Misil impacta contra hospital en Israel: Netanyahu promete que Irán pagará por el ataque”*
*“Irán responde con bombardeo sobre ciudad israelí: más de 200 heridos”*
*“Israel amenaza con eliminar a líder supremo iraní”*
*“Ayatolá responde: cualquier ataque será ‘irreparable’”.
Nada de eso suena a paz, son promesas de castigo, amenazas de destrucción, palabras que no conducen al diálogo, sino que encienden los fusiles, y peor aún: apagan vidas: la muerte de inocentes... Porque hay algo que rara vez se menciona entre los comunicados oficiales y los mapas tácticos: la muerte de gente inocente. Niños que no sabían pronunciar la palabra “guerra”, menos aún saber su significado. Jóvenes que apenas empezaban a soñar. Ancianos que sólo querían morir en paz y no bajo escombros. ¿Eso le importa a Israel en su guerra que el mundo ya empieza a llamar genocida? ¿Se justificará todo en nombre de la “autodefensa”? ¿Hasta cuándo se normaliza el castigo colectivo? ¿Hasta cuándo la impunidad tiene bandera? Entonces, ¿qué es la paz? ¿Ausencia de misiles? ¿Silencio entre bombardeos? ¿Una firma en papel? Paz es poder dormir sin sobresalto. Caminar sin sospecha. Confiar sin cálculo. Vivir sin que tu vida dependa de un radar, un dron o una orden remota. Eso, en Israel y en muchos otros rincones del mundo, sigue siendo una esperanza remota, más que una vivencia concreta.
Lo que hoy supera a los fusiles
Hoy, los fusiles ya no mandan. Los superan los drones, las inteligencias artificiales militares, las guerras remotas, frías, sin rostro. Eso no es progreso, es una forma más sofisticada de no aprender nada. Es seguir el mismo camino, con odio renovado, la mente atrapada en viejas heridas, y las palabras convertidas en proyectiles. Eso no es avanzar hacia la paz. Es alejarse más de la humanidad.
Esta columna no busca atacar una identidad ni una fe, sino cuestionar una práctica sostenida con violencia. La muerte de inocentes, de cualquier lado, no puede ser jamás un daño colateral aceptable.
GV