Era de una hiper - actividad fuera de lo común. Saltaba de banco en banco en la sala de clases haciéndonos reír a todos..., simulaba ser Dartagnan y realizaba duelos con espadas inexistentes, por toda la sala. Era inquieto, cuestionador, contador de chistes y desinhibido al máximo. Fuimos compañeros de curso en la escuela número uno.
Cuando salimos del sexto año primario, tuve la honra de ser distinguido con un pergamino como el mejor compañero de la escuela de ese año (1958), y nuestro personaje, como el mejor compañero de nuestro curso..., eso lo marcó para siempre, pues realmente era un compañero inigualable..., y continuó siéndolo por el resto de su vida.
El Lalo me contó allá por 1962 un secreto, y me pidió que no se lo contara a nadie pues su padre no quería que nadie supiera. Estábamos jugando en un montón de aserrín en la barraca de José Otondo, cuando al hacer un hoyo en la tierra, encontramos un cántaro de barro indígena. Ahí el lalo me contó que su PAPÁ había encontrado por allí mismo una espada, que él no sabía si era española (de la conquista), o si era del ejército que estuvo en Cañete en la época de la pacificación. Le dije que le contáramos a Don Raúl Durán (nuestro profesor), se asustó y me dijo que no, y que no le contara a nadie, pues su padre la quería guardar como reliquia. No sé si fue fantasía de él, para impresionarme, o si era verdad, nunca tuve la oportunidad de confirmarlo más tarde cuando ya éramos hombres adultos.
Por esas cosas increíbles de la vida, nos encontramos en la calle Ahumada de santiago, justo un día antes de su viaje a patiperrear y buscar una nueva vida en Francia..., me dijo: - Lalo Sáez, sabís? ... quiero darme la despedida de chile y contraté dos minas para quedarse esta noche conmigo. - Porqué dos? le pregunté. Pucha, me dijo; Porque soy cañetino, me la puedo y soy re macho!!. Me reí hasta el cansancio de su salida.
Pasaron muchísimos años y en 1987, cuando fuimos con la primera delegación de Mairinque (Brasil) , a Cañete, lo reencontré. Salió de atrás de los arcos del edificio de la ex - gobernación y vino a darme un fraterno y cariñoso abrazo..., ahí me llevé una tremenda sorpresa..., tenía un solo brazo. Nos abrazamos bien fuerte. - Qué te pasó? le dije. - Tuve un accidente de trabajo en Francia, me respondió..., y espontáneamente se rió y me dijo : - Me pagaron todo G..., hasta una jubilación !! y se rió alegremente como si esto hubiese sido un trauma que le trajo tranquilidad económica.
El Lalo era así.( Lalo Iñiguez, Chato Iñiguez). Orlando Iñiguez Elizeire, así se le conocía, como el Lalo o el Chato. Buen Chato, chato amigo. Un día aquí en mairinque hubo una exposición de fotografías, de los mairinquenses que fueron a Cañete, y allí había una foto en gran destaque por lo inusitada. Era de un huaso bien cacharpiado, súper elegante, montado a caballo, con sombrero huaso, y lo que llamaba la atención de los Brasileiros, era que el personaje (que no sabían quién era), estaba con lentes (gafas), obscuras tipo Rayban. Lo conocí de inmediato, claro era él... quién más podría ser ??. Me regalaron la foto y algún día la llevaré a Cañete, pues ganó premio.
Según él mismo me contó, la Yegua en que estaba montado se la había prestado Don Nicasio Otondo. El Lalo Iñiguez se dedicaba en concepción a la compra y venta de autos usados. Al parecer le iba bien, pero su sueño era vivir en su pueblo, y allí tuvo su encuentro final con el destino. Sufrió un ataque cardiaco y vino a fallecer tempranamente.
Fue el primer compañero de curso primario que perdimos. El dolor fue inmenso, nos queda el consuelo de haberlo conocido y haber compartido con él tantos imborrables recuerdos. Orlando Iñiguez Elizeire. Amigo querido, nuestra escuela y nuestro curso fueron mejores contigo y tu querida compañía. Tu entusiasmo, empeño, graciosidad y desprendimiento, nos acompañarán por siempre, al punto de ser tú otro de mis "inolvidables” amigos de mi pueblo
Era costumbre que todos los días en el verano, nos juntáramos varios amigos cerca de las 11 de la mañana, en la plaza del pueblo; exactamente detrás del kiosco, donde habíamos colocado un banco de la plaza. Allí nos sentábamos a tomar el tibio sol matinal de cañete. Éramos entre otros : El Pepe Rojas, los hermanos Cuevas, el Nelson Hermosilla, el Omar Krause, Yo (Lalo Sáez), y claro, nuestro personaje inolvidable de hoy, el único, el más gracioso, cachañero, chistoso e inventador de historias del grupo.
Lo esperábamos ansiosamente todas las mañanas, casi siempre era el último a llegar y traía invariablemente una espontánea alegría que nos contagiaba a todos. Era físicamente súper delgado, pelo negro y encaracolado (tipo Zambo), se movía nerviosamente, gesticulaba con el cuerpo entero, tenía opinión para todo, era liviano de sangre y un gran amigo que sabía aceptarlos a todos como eran. Se llamaba José Sau (el Pepe Sau), hermano mayor de Roberto, de Jaime, de Laurita (menor apenas que Julio).
Todos los días aparecía con una novedad, con un chiste nuevo, con una luz especial en sus ojos vivaces, daba pasos cortitos y rápidos, era de una agilidad a ojos vistos, en cuanto no aparecía, nadie se iba a su casa para almorzar. Amigo incomparable, de recuerdos que no los apagó el tiempo. Ya viviendo en Santiago, supe que había tenido un accidente casero tomando baño, y que había fallecido. Quise saber más y me comuniqué con amigos comunes por carta. Me contaron que sufría de epilepsia y que había tenido un ataque en el momento de ducharse, cayó y con el golpe vino a fallecer.
Pepe Sau no murió, jamás murió para nosotros sus amigos, jamás dejamos de recordarlo con especial cariño. Dicen que los buenos, los valientes y los ángeles de luz se van tempranamente, fallecen jóvenes, Dios los quiere junto a él..., es así que quiero pensar y creer, que Pepe era un ángel de luz, que vino a estar con nosotros apenas un corto tiempo, pero lo suficiente para marcarnos con su espontaneidad y su forma única de ser, marcarnos para siempre.
Como consuelo me queda, que cuando voy a Cañete, casi siempre tengo la gran alegría de ver a Roberto Sau y talvez él no se dé cuenta, pero lo observo siempre bastante, buscando trazos y recuerdos de su amado hermano que se ve tan joven, y que nos dejó a todos de nuestro grupo una marca indeleble.
Roberto participaba a veces de nuestros encuentros mañaneros en la plaza, y siempre que voy a Cañete, me honra con su amistad y con un poco de su tiempo. José Sau Aguayo ..., PEPE SAU. Amigo querido. Gracias por tu amistad sincera y por haberme enseñado a compartir con todos, sin importar credo religioso , o político, sin importar clase social, más, o menos privilegiada, más o menos rica o pobre, o de clase media. Eso a ti no te importaba y compartías con todos llevando tu alegría donde fueras o llegaras. Dios te tiene a su lado y haremos méritos para volver a encontrarte algún día y continuar nuestra sana y rica amistad para siempre.